Juan Sobrino: “La biblioteca es un lugar vivo en torno a los libros, pero sobre todo en torno a las personas”
Con motivo de “Biblioteca Humana”, un espacio para trascender los estereotipos que ha traído al festival “La palabra dicha y dichosa”, entrevistamos a este activista, divulgador de la lectura y bibliotecario.
En julio de 2024, la Fundación Juan March ha acogido el festival La palabra dicha dichosa. Una acción poética en torno a la belleza del sonido de la lengua española, producido en colaboración con el Festival Veranos de la Villa 2024. Entre sus actividades complementarias está Biblioteca Humana, un proyecto que desde su creación en Dinamarca en el año 2000 se ha extendido a nivel mundial, y en el que personas/libros o personas/testimonios cuentan de manera oral su propia historia a los espectadores, en un espacio para el encuentro, la tolerancia y el respeto a la diversidad humana más allá de los estereotipos.
El promotor de esta iniciativa es Juan Sobrino, un activista de la lectura que ha desarrollado su carrera profesional alrededor del libro y es, desde 2006, el bibliotecario de una pequeña biblioteca municipal en Soto del Real. Este espacio se distingue por llevar a cabo proyectos de animación a la lectura pioneros y de carácter social que han recibido numerosos reconocimientos y una notable repercusión en medios de comunicación nacionales e internacionales.
Pregunta. Vas a participar en el festival La palabra dicha y dichosa, que organiza la Fundación Juan March en el marco de los Veranos de la Villa 2024 del Ayuntamiento de Madrid, para hablar sobre el proyecto danés Biblioteca Humana. ¿En qué consiste este proyecto y por qué le ha parecido interesante compartirlo?
Es una forma de celebrar la palabra y de celebrarla en comunidad, y sobre todo de visibilizar a ciertos colectivos que muchas veces están silenciados. Es un proyecto que no es nuevo, surge en Copenhague a finales de los años 90, en un momento de conflicto social con personas inmigrantes. La organización Human Library surgió con la idea de resolver el conflicto a través del diálogo. Se llama Biblioteca Humana porque en lugar de llevarte un libro te llevas la experiencia de vida de una persona. Los colectivos a los que se dirige son muy amplios: personas con discapacidad, inmigrantes, del colectivo LGTBI, con vulnerabilidad, sin hogar, que hayan sufrido algún tipo de violencia ya sea infantil o sexual, con trastornos mentales, adicciones… El espectro es muy amplio y abarca a colectivos diversos. Se basa en el diálogo y sobre todo en la empatía, en ponerte en la piel del otro, y en la cercanía. Son charlas cortas, de 20 minutos, como un juego de citas, y en ese tiempo la persona-libro cuenta su historia y deja un espacio para preguntas.
Lo que hacemos también es jugar con las etiquetas: se pone la etiqueta que te puede definir y contra la que luchamos, y detrás el nombre de pila. Después de esa conversación damos la vuelta a la etiqueta, y donde leíamos toxicómano, migrante o discapacitado, expandillero, “huérfilo” o familiar de un suicida, vemos que está Antonio, que está Isabel y está Susana, exactamente igual que tú, con las mismas inquietudes, con los mismos problemas.
P. ¿Ya habías hecho esto antes?
Sí, en la biblioteca de Soto del Real ya he hecho cinco sesiones. La primera la hicimos con internos del centro penitenciario, y curiosamente esa categoría no existía en Human Library, además fue la primera salida programada que hicieron después del COVID. A mí me daba un poco de miedo la primera vez, porque es un proyecto en el que se expones mucho la persona que cuenta su historia. Me preocupaba cómo se iban a sentir y la respuesta fue muy positiva, tanto por parte del público como de los protagonistas. Se habían sentido escuchados y no juzgados, se habían sentido vivos desde hace no sé cuántos años… Valoraron muy positivamente la experiencia.
Es un proceso que requiere introspección, para contar algo primero has tenido que elaborarlo. No entramos en el contenido, pero sí les recomendamos que hagan un guion, para calcular el tiempo y que no se les olvide ningún aspecto importante de lo que quieren contar. Y salió muy bien. En las siguientes ediciones, hemos intentado abarcar todo tipo de colectivos de barrio, personas transgénero, del colectivo LGTBI, personas con distintos trastornos mentales, con riesgo de suicidio, que era un tema que nos interesaba visibilizar...
P. ¿Cómo pueden bibliotecas especializadas como la nuestra fomentar su aportación pública y crear comunidad?
Lo fundamental es tener clara la idea de que la biblioteca es un punto de encuentro, es un lugar vivo, en el que sucedan cosas en torno a los libros, a las colecciones que tienes, pero sobre todo en torno a las personas, a los usuarios y usuarias a los que te diriges. Esa conexión se genera de diversas formas, en comunidad y trabajando en dos direcciones, por un lado generando actividades que atraigan al público a tu biblioteca, y por otro lado realizando actividades de extensión bibliotecaria, llevando los fondos bibliográficos, los servicios y las actividades fuera de las de las paredes de la biblioteca. Ahí es fundamental el contacto con el barrio en el que te ubicas y con otras instituciones, ya sea por cercanía o buscando afinidades y puntos de encuentro.
P. ¿Cómo fue ese momento en el que se da cuenta de que es necesario dar un paso más para llegar a toda la gente más vulnerable, que se estaba quedando fuera?
Cuando llegué, la biblioteca funcionaba para préstamo de documentos y poco más. Iba alguna familia a hacer los deberes, pero prácticamente no había actividades. Al principio me tiré un par de años catalogándolo todo, porque funcionaba todavía con fichas perforadas, y a partir de ahí empecé a generar actividades en torno a los libros: clubes de lectura, presentaciones de libros, recitales, cuenta cuentos, talleres infantiles… pero te das cuenta de que hay gente del municipio a la que no llegas, y generalmente son colectivos más vulnerables: había cuatro residencias privadas de mayores, centros de día municipales y un centro penitenciario que llegó a tener 1.900 internos y casi 600 funcionarios. Una población muy considerable de Soto, que tiene 9.000 habitantes, que no tenían servicio de biblioteca. Empecé a pensar en proyectos para ir a esos sitios: empezamos generando un carné institucional para que pudieran llevarse más fondos, y luego ya empezamos a llevar actividades adaptadas a esos lugares.
Para las residencias empezamos con Biblioterapia para mayores, que es el nombre que le pusimos a un proyecto que empezó en 2013. Primero creamos una colección de fondos inclusivos: colección de letras grandes, audiolibros, colección de letras fáciles... Y con este tipo de colecciones empezamos a crear actividades pensando en ellos. Íbamos a leer a las bibliotecas, a las residencias... Todos conocemos los beneficios de la lectura, pero cuando esa lectura es en voz alta y es comunitaria, resuena más y aumentan los beneficios. Empezamos yendo a leer a las residencias una vez al mes, y en la pandemia lo adaptamos a Cuentos por teléfono.
Dentro de Biblioterapia para mayores definimos proyectos como Te leo para que me cuentes. Los centros educativos iban de vez en cuando, pero de forma esporádica. Algún profesor, algún colegio, alguna clase. Ahora hemos enlazado tres centros educativos de primaria a tres residencias. Los niños, pero de forma más individualizada, en lugar de hacerlo como nosotros, que leemos a un grupo en voz alta, uno o dos niños leen a una una persona mayor, y a cambio esa persona le cuenta alguna experiencia o de su vida o algo relacionado con la historia del municipio si son de Soto. Es ese intercambio de conocimientos y de afecto a través de los libros.
P. También está el de Libros que saltan Muros… ¿En qué consiste este proyecto?
Libros que saltan Muros es el proyecto que tenemos en colaboración con el Centro Penitenciario Madrid, que llevamos desde 2018. También costó mucho. Empezamos con un club de lectura mixto. Siempre buscamos eso, tejer comunidad entre fuera y dentro, y en este caso igual, creamos un club de lectura formado por internos y voluntarios del club de lectura convencional de la biblioteca y nos reunimos en torno al libro. Luego fuimos añadiendo actividades: talleres, un recital poético, exposiciones… bibliocasitas, que son casetas que pintamos, les ponemos unos soportes y las ponemos en plazas para sacar los libros a la calle, para generar una cadena de lectores, que la gente recomiende libros y les dé una segunda vida. Pusimos una en el patio que se usa mucho y tiene mucho movimiento. Y ahora ellos dentro de su taller de carpintería nos han hecho una para sustituir otra que se fue deteriorando con el tiempo.
Dentro de Libros que saltan muros una de las últimas iniciativas que hemos puesto en marcha es Las vidas que que tuvimos, que está pensado para padres (en la cárcel de Soto no hay mujeres) que no tienen contacto con sus hijos. Hay muchos casos en los que los hijos no saben que su padre está en prisión, les dicen que están trabajando fuera para que no lo sepan. Y lo que hacemos es llevarles libros infantiles –en la prisión casi no hay– en función de las edades y de los gustos de sus hijos e hijas, les damos un taller de lectura dramatizada para que poco le pongan cariño a la entonación, porque leer en voz alta no es nada sencillo, hay que practicar un poco, y una vez que han leído el cuento y lo han trabajado un poquito, les grabamos en video, lo editamos y se lo hacemos llegar a sus familias, junto con un ejemplar de ese mismo cuento. Es una forma de mantener ese ancla, para que cuando salgan no estén muy perdidos. Ese es otro de los proyectos que nos ha dado muchas alegrías. Costó mucho ponerlo en marcha, porque muchas instituciones penitenciarias no permiten a los presos comunicarse con el exterior ni tener acceso a Internet, y al final tuvimos que crear una cuenta de correo nuestra para poder hacer llegar el vídeo. Parece una idea muy sencilla, pero cuando la tienes que llevar a la realidad en determinados ámbitos se va complicando. Pero al final, cuando lo consigues poner en marcha, estamos todos encantados.
P. A pesar de ser una biblioteca especializada, la Biblioteca/Centro de apoyo a la investigación de la Fundación Juan March ha creado un espacio para todos los públicos: la Biblioteca del Patio, que ahora se extiende también al Café de la March. ¿Qué pueden aportar las bibliotecas en el siglo XXI? ¿Cómo pueden fomentar la investigación?
La biblioteca es la casa encendida de los libros, pero es mucho más que eso. Por un lado, es un punto de encuentro para resolver todas las necesidades de información, de cultura, de aprendizaje continuo a través de la colectividad, de la comunidad. Una biblioteca abarca tantas cosas que puede considerarse eso, un ser vivo. Conservan lo mejor de la humanidad. Y encarnan esa idea de Borges, de que la biblioteca es el paraíso del pueblo. Eso tiene que estar muy presente. Si queremos que las bibliotecas existan en un futuro tienen que estar pegadas a la realidad, a la comunidad. Tienen que resolver las nuevas necesidades de información, de cultura, de ocio. Y otro aspecto esencial es el papel del usuario, que no sea simplemente alguien al que tú ofreces un servicio, sino que sea también un colaborador y un prescriptor. Yo creo que el futuro de las bibliotecas está en esa idea de crear laboratorios de participación ciudadana. Si queremos que las bibliotecas permanezcan y tengan un papel relevante en la sociedad, hay que integrar a los usuarios y usuarias dentro de la propia estructura de la biblioteca, que formen parte activa de las decisiones y de los servicios que ofrece.
P. En septiembre de 2021 fue incluido por la revista Forbes en la lista de Las 100 Personas Más Creativas de España por su proyecto “Cuentos por teléfono”. Y a menudo reivindica la importancia de la lectura compartida y en voz alta. ¿Leer en voz alta alimenta la creatividad?
Leer aumenta la creatividad. Está más que comprobado. Las personas libres no saben lo que un libro puede significar para alguien que está encerrado. Y puedes estar encerrado de muchas formas, no solo en un centro penitenciario, sino en una residencia o en un confinamiento… Esa labor de la literatura es fundamental. Pero cuando la haces compartida y en voz alta todavía aumentan más los beneficios de la lectura, incluso recuerdas mejor lo que has leído. A mí me pasa con lo que leo a Olvido, una de las personas a las que leo por teléfono. O cuando voy a las residencias y leo en voz alta, me acuerdo al cabo de meses. Además, hay estudios que demuestran que la lectura en voz alta de padres a hijos cuando no saben leer es muy importante, a los cuatro años hay una brecha de vocabulario entre los que han escuchado cuentos y el patrón adaptativo socio emocional del cerebro es abismal también. Simplemente con que alguien te lea en voz alta. Trabajas la empatía, al fin y al cabo, escuchar historias te permite ponerte en la piel de otro y eso al final te genera emociones también y te da beneficios por todos lados.
Para saber más…
- Sobre los proyectos sociales de animación a la lectura que ha implementado, la charla TEDxMálaga “Te haré de la vida un cuento” y la charla de Aprendemos Juntos BBVA “Leer la vida y vivir los libros”. También este reportaje de El Mundo.
- Sobre el proyecto “Libros que saltan muros”, que comprende ciertas iniciativas dentro del centro penitenciario, este reportaje de RTVE (8:41–12:26), esta entrevista con motivo de la obtención del Sello Consejo Cooperación Bibliotecaria (CCB) 2023 y esta otra entrevista realizada por Marian Benito para Uppers.
- Sobre la Biblioteca Humana, la web de las actividades complementarias del festival de “La palabra dicha y dichosa”, este reportaje del telediario de RTVE (45:50-47:30) con motivo del día de las bibliotecas y esta entrevista a Juan Sobrino y a uno de sus participantes en Hoy empieza todo 2 de Radio 3.